By Andrea Acosta
WASHINGTON (OSV News) — En su primera Misa en honor al Divino Salvador del Mundo en Washington, D.C., el primer obispo salvadoreño en Estados Unidos instó a los fieles a ponerse en sintonía con Dios, escuchar a los demás, caminar juntos y a transformarse para poder cumplir la misión a la que Dios nos ha llamado.
Monseñor Evelio Menjívar oró a Dios por el bienestar de su patria, agradeció por los avances, pero dijo que también urge una transformación de su país natal.
“Si Cristo ha querido revelar su gloria y su identidad de hijo amado del Padre, es para que su esplendor nos ilumine y revele quienes verdaderamente somos. Y la gloria de Cristo transfigurado ilumina hoy a su pueblo, a su Iglesia peregrina para que reconozcamos nuestra dignidad de hijos amados de Dios, para que renovemos nuestra esperanza, para que podamos ser luz para los demás e iluminar al mundo con la luz de Cristo”, dijo el obispo auxiliar de Washington el sábado 12 de agosto en la cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción.
En esta festividad en honor al patrono salvadoreño, los católicos reviven la experiencia de transfiguración que es el estado glorioso en que Jesucristo se mostró lleno de esplendor y majestuosidad en el monte Tabor ante sus discípulos.
El obispo hizo un llamado individual a estar atentos a “la voz de Dios que nos habla en lo íntimo de nuestro ser”. Invitó a casi medio millar de fieles — reunidos para celebrar lo que calificó como un misterio de luz y transfiguración — “a poner en sintonía la mente y el corazón con la voz de Dios. Respiremos profundamente y llenémonos de luz, amor y esperanza”.
Instó, además, a la comunidad de fe a caminar juntos porque “unidos somos más fuertes y haremos camino para que otros nos sigan”. Pidió que no seamos agentes de división en la comunidad y que dejemos a un lado los chismes y las rivalidades.
“Caminar juntos significa tener un solo corazón, un solo sentir, una sola meta… Cristo”, aseguró.
Para caminar juntos, dijo, debemos aprender a escuchar a Dios, también a los demás. De ese modo “el mundo sería mucho mejor, también las familias, las escuelas, las parroquias. Cuántos conflictos y malos entendidos se evitarían solo con escuchar al otro”.
En estas fiestas patronales, monseñor Menjívar no pudo evitar mencionar la realidad que vive su país: “Es una oportunidad para orar por nuestra querida patria y dar gracias a Dios por los avances de los últimos años, en especial en materia de seguridad. Damos gracias por las muchas vidas que se han salvado y por la posibilidad que muchas familias tienen, en especial los niños, de caminar en las calles y parques con más tranquilidad. Gracias por todo lo bueno que se ha hecho, pero reconocemos que todavía hay mucho por hacer para que los salvadoreños vivan la vida con la dignidad que se merecen”.
Urge un cambio de actitud por parte de todos, hay que recuperar el sentido de corresponsabilidad y rescatar el sentido de ciudadanía. “La patria no la construyen los que gobiernan, la patria la construimos todos porque es de todos. Todos somos responsables y tenemos que hacer de nuestra parte, aún desde la distancia”, señaló.
“Urge que haya una verdadera transfiguración en la patria, teniendo como modelo a Cristo para que aparezca el hombre nuevo/la mujer nueva que transformen su entorno”, dijo con una actitud y palabras que hacen recordar al santo obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero.
Dijo, también, que el Salvador del Mundo se presenta ahora para “retarnos, para despertarnos del sueño, del letargo, donde solo alcanzamos a ver una imagen borrosa de la realidad y del futuro”.
Pidió a los presentes estar atentos a la voz de Dios que “nos invita a dejarnos transfigurar por su amor y su misericordia. Al ser transfigurados obtenemos la vitalidad y valentía para cumplir la misión encomendada”, subrayó en una Misa precedida por una procesión por los predios de la basílica con la imagen del Divino Salvador del Mundo.
“Es nuestro santo patrono y tenemos mucha fe en el Divino Salvador. Por medio de Él tenemos fe en la Iglesia, nos ata a ella”, expresó Haydeé Martínez de la parroquia San Andrés de Silver Spring, Maryland.
Si de comparaciones se trata, dijo que “la celebración del Divino Salvador del Mundo es para los salvadoreños como la fiesta de la Virgen de Guadalupe para los mexicanos”.
Quien se define como católica de cuna, dijo que su patrono es una inspiración para ella, lo siente cercano y que le da fuerzas todos los días. “Es un orgullo, un honor ver cómo se honra a nuestro Divino Salvador del Mundo en la basílica”, dijo.
No puede evitar recordar el tiempo en que caminaba en las pequeñas procesiones en estas fechas cercanas al 5 y 6 de agosto por las calles de su pueblo Metapán, en el Departamento de Santa Ana.
A pesar de que lleva 34 años viviendo en Estados Unidos, es la primera vez que esta madre salvadoreña asiste a esta celebración arquidiocesana en la basílica que se viene haciendo desde hace muchos años y que se ha convertido en punto de encuentro de la comunidad salvadoreña y en una tradición para los católicos del área metropolitana.
“Aquí estoy porque tengo fe en nuestro salvador Jesucristo y puedo ver que todas las nacionalidades se unen en esta festividad”, dijo el inmigrante guatemalteco José González, presidente de los Caballeros de Colón de la parroquia del Sagrado Corazón, en D.C., y donde la mayoría de sus fieles son salvadoreños.
Diez miembros del grupo, además de hacerlo por su devoción, se hicieron presentes para cooperar en el servicio.
González, quien llegó a la procesión con su esposa y una hija, tuvo una tercera razón para asistir a esta Misa: él nació el 6 de agosto, el día en que la Iglesia Católica celebra la transfiguración, la que ha dado origen a la tradicional “bajada del Salvador del Mundo” en El Salvador.
Su esposa María Guevara, tampoco es de El Salvador, pero acudió por su profunda fe en Dios. “Veo la devoción de los salvadoreños (en el santuario). Sé que es una ocasión muy especial para ellos”, según esta feligresa oriunda de México.
La fiesta es en honor a Jesucristo, dijo, y no importa la nacionalidad que tengamos.
Considera que esta muestra de religiosidad popular “hace revivir nuestra cultura hispana en Estados Unidos”.
Andrea Acosta escribe para El Pregonero, el periódico en español de la Arquidiócesis de Washington.